martes, 14 de junio de 2011

LAS SENSACIONES BUENAS SERÁN RESCATADAS DE LAS TELAS DE ARAÑA

Es un momento que el tiempo tiene que ir quitando las malas raíces para que no crezcan y haya un mal mayor.

Ya no habrá malos tragos ni malos pensamientos cuando necesitas constantemente lo contrario.


No, este bache malo pasa como todo: no hay malo sin bueno, no hay blanco sin negro, no hay luna sin sol...

Las agonías no son eternas ni la mala enfermedad dura para siempre; todo tiene remedio menos la muerte, todo se puede desvanecer, hasta el duelo del dolor que pensamos que es eterno.

Quise un día despertar rápidamente de un largo letargo que me tenía anclada a un carro de fuego que de vez en cuando se movía y se acercaba a un acantilado; el carro en llamas me calentaba hasta las entrañas y sólo podía pensar que aquel sería mi final.




Pensaba en todo lo que estaba sufriendo, en todo lo que había pasado para haber llegado a estar atada a aquellas llamaradas, y más tarde pensé en lo que iba a dejar de vivir cuando las llamas y el acantilado me devorasen. Pensé en los momentos de los que me iba a privar, de todos los sueños que había tenido durante mi vida, los grandes y los pequeños, y pensé que no los iba a poder realizar.

Pensé en todas las palabras que no dije algún día, ¿por qué no las dije?. Ya no podría decir, ya no podría demostrar tantos sentimientos, tantos momentos que tenía pensado demostrar, hacer, los había dejado para pasado mañana y hoy no podía desatarme de las llamas, ya era demasiado tarde, mi final llegaba y yo sólo podía llorar, llorar y llorar.

El cansancio me derrotó y antes de ser calcinada, me acurruqué en el suelo y me quedé dormida.

Pasó el tiempo y abrí los ojos, tenía mucho frío, estaba empapada; había llorado tanto que mis lágrimas me había inundado y había apagado las llamas del carro, justo al borde del abismo. Con mucho cuidado me desaté la cadena oxidada. Al dejar la cadena en el suelo el carro se movió y cayó al vacío.

Yo estaba arriba, trastocada, no estaba muerta, me encontraba de pie, al borde del abismo viendo cómo caían con el carro todas las sensaciones, los recuerdos, las manías y los sentimientos negativos que habían provocado aquel encadenamiento.


Fuí reculando y me dí cuenta totalmente de lo que me había pasado, estaba viva.

Ahora todo lo que había anhelado hacer y pensé que por mi muerte no podría realizar, estaba de mi mano.

Mis lágrimas afiladas me salvaron y pensé que me empujaban al abismo.



Pía Merlos